El destello de la rosa que tú amabas.

Un pensamiento de alguien que amo inspiró mis letras  este día.

 

 Una rosa escapada en la tristeza guarda aún el aroma de aquella despedida entre silencios y reproches. Sus pétalos brillaban en la noche y aquella espina que se encarnó en tu alma, hizo desangrar la penitencia, cual desespero de  pétalos entre lágrimas, cuando la rosa  deshojaba los suspiros y escapaba errante entre las sombras, mientras la luna era testigo de su llanto.

Su aroma había envilecido la tormenta,
ella radiante estremecía la alborada,
y tú cuidabas como fiel guardián, 
                      que aquel lucero,
que desafiaba desde lo alto tu mirada,
opacara con el destello de sus ansias
el reflejo de la rosa que tú amabas.

No hay competencia alguna,  
y ella domina, cual señora soberana de tu alma,
la más elemental de tus sonrisas 
y el caudal inagotable de añoranzas,
que suspira en el recuerdo del aroma
suspendido en la fragancia de tu almohada.

 Su vanidad inquieta tanto, que no calla,
y tras la huída desafiante y desolada, 
aún conservas el desafío del silencio
y nadie puede superar la encrucijada
que  acompaña tus eclipses y tus lunas
y el crepúsculo que muere con el alba.

Me recuerdas al sublime Principito,
que a su rosa, para él la más soñada,
miraba con los ojos de su alma, 
sin importar la vanidad de su fragancia.

El rostro bello del amor que se consagra
y sigue ciego los destellos de su amada,
en el sendero de  pétalos y espinas, 
va esculpiendo en el azar cada mañana.

Tu pensamiento no se disculpa ante la nada,
porque tu amor va en cada pétalo que guardas,
en el rincón insospechado de recuerdos, 
cual tesoro que suspira su fragancia.

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